martes, 13 de noviembre de 2012

El peso de ser el hijo de Pablo Escobar


Por El Nuevo Día
Cuando el reloj marcó la 1:00 de la tarde, sabíamos que ya era el momento del encuentro.
La temperatura era baja en la capital federal de Argentina, en la zona de Palermo, y el acelerado ritmo de una ciudad tan agitada como esa ciertamente se hacía sentir.
Todo fue debidamente calculado y todas las bases fueron cubiertas. Había una productora, un camarógrafo y hasta un asistente personal. La presentadora del programa Entre nosotras, Sonia Valentín, se armó hasta los dientes para su encuentro con el hijo del ‘Patrón’ Pablo Escobar, Juan Pablo Escobar.
¿Qué si había temor por tratarse del primogénito del narcotraficante colombiano más famoso de la historia? No realmente. Era más bien ansiedad y preocupación de que todo saliera bien; de que Sebastián Marroquín Santos –su nombre actual– se sintiera lo suficientemente cómodo como para romper el silencio y hablar sobre las versiones que rodean a la controversial figura de su padre.
El encuentro con Marroquín dio lugar en una oficina de arquitectos en el corazón de la capital federal, en Buenos Aires. Recibió al equipo de Entre nosotras con suma simpatía, aunque no pudo disimular su asombro al ver “a tanta gente”. Esperaba a menos personas. No obstante, poco a poco, se fue soltando, logrando capturar toda la atención de Valentín y de Primera Hora, que tuvo acceso exclusivo a este encuentro.
Juan Pablo Escobar Henao –su nombre de pila completo– aparentó ser un hombre sencillo. Andaba en jeans, con un reloj a la moda y un rosario en madera, el cual describió a este diario como su “chaleco antibalas”.
Marroquín dio señas de tener sentimientos mixtos sobre la figura de Pablo Escobar, ese narco que fundó y lideró el cartel de Medellín y cuya vida expiró en manos de las autoridades colombianas en diciembre de 1993, cuando su hijo tenía 16 años. Era como si tuviese un conflicto interno entre la figura del padre y el del narco.
Pablo Escobar asesinó a sangre fría, se le acusó de secuestro, y fomentó el narcotráfico y el terrorismo en Colombia al punto de ganarse varios pseudónimos como ‘el Patrón’, ‘el Capo’ y ‘el Zar de la Cocaína’.
Sin embargo, para Sebastián Marroquín, irónicamente, su progenitor era simplemente un padre cariñoso y dadivoso, no solo con su familia, sino con las comunidades más necesitadas de Colombia, algo así como una especie de ‘Robin Hood’.
De su infancia, junto con su progenitor, Marroquín recuerda las canciones que Escobar le cantaba, entre ellas el tema Vuela, que era su favorito. Para Sebastián Marroquín, ‘el Zar de la Cocaína’ era el padre más consentidor del mundo.
“Decían que mi padre era el hombre más rico. También hay que decir que era el más generoso y su mayor placer estaba en ayudar a la gente. Sentía una enorme satisfacción de poder contribuir a las familias necesitadas. Mi padre terminó asumiendo un rol que se suponía que asumiera el Estado. Pero, por otro lado, hay que decirlo también, no extrañamos la violencia y esa zozobra en la que vivíamos permanentemente”, recalcó de inmediato.
De pequeño, el hijo del ‘Patrón’ disfrutó de todas las comodidades y posibilidades de un mundo lujoso, pero su inocencia de aquel momento no le permitió tener un cuadro claro de lo que verdaderamente estaba sucediendo a su alrededor.
Ya un poco más crecido, al conocer lo que hacía su padre, Marroquín experimentó sentimientos mixtos porque sobre todas las cosas se trataba del padre que amaba.
“A mis 16 años cometí el error más grande de mi vida cuando supe que habían asesinado a mi padre. Cinco o 10 minutos de amenazas públicas me han costado un exilio que sigo pagando aún hoy, casi 20 años después y desde ese lugar fue una gran lección de vida. Aprendí que el lenguaje no es inocente, que todos los seres humanos reaccionamos de manera diferente. Te enteras de la noticia de la muerte de tu padre cuando hace 10 minutos estabas hablando con él. Era difícil para mí creer que eso era cierto”, relató quien también recuerda con nostalgia la historia de amor entre sus padres, a pesar de que siempre se rumoró que el narcotraficante le había sido infiel.
“Yo le digo a mi madre que ella se enamoró del hijo del vigilante del barrio que fue expulsado y desplazado por la violencia. Mi padre la cuidó, la quiso, fue una relación bien bonita. Mi padre, además, sentía un respeto absoluto por la mujer, me decía que a la mujer había que respetarla y que no la podía tocar ni con las palabras”, contó. Al hablar de su esposa, quien se encuentra embarazada, mencionó que siempre la ha admirado.
“Le he dicho que si hubiese sido al inversa, yo no sé si hubiese tomado una decisión tan valiente como continuar a mi lado en circunstancias tan adversas. Ella terminó abandonando su patria, su identidad, su familia, todo, por seguirme a mí”, reconoció.

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