Una estrella del golf falla un golpe crítico que era fácil. Un estudiante brillante se queda en blanco ante un examen. Cada una de estas personas ha sufrido el mismo tropiezo en el procesamiento mental: la presión a la que estaban sometidos les ha hecho fallar.
Es tentador recurrir a la explicación fácil de que tales fracasos son causados sólo por los "nervios". Pero para la psicóloga Sian Beilock, de la Universidad de Chicago, estos fracasos estrepitosos son un resultado predecible y prevenible de atascos de información en el cerebro. Estudiando cómo trabaja el cerebro cuando nos estamos esforzando en hacer algo de la mejor manera posible (y cuando ese afán llega a ser tan intenso que paradójicamente acaba por bloquearnos), Beilock ha logrado formular algunos consejos prácticos sobre cómo superar estos bloqueos en momentos críticos.
La investigación de Beilock es la base de su nuevo libro.
Si pensamos demasiado sobre lo que estamos haciendo, por sentirnos muy preocupados ante la posibilidad de fallar, eso puede conducirnos a la “parálisis por análisis”. En pocas palabras, la parálisis por análisis surge cuando la persona trata de controlar cada aspecto de la tarea que está haciendo, en un intento desmesurado de asegurarse de alcanzar el éxito. Desafortunadamente, este control exagerado puede ocasionar que le salga “el tiro por la culata”, afectando de manera negativa a su eficiencia en una actividad en la cual, sin ese celo obsesivo en hacerlo todo bien, habría obtenido un buen resultado.
El cerebro también puede verse inmerso en otros fenómenos, aparte de la parálisis por análisis, capaces de sabotear su habilidad en una labor. Por ejemplo, las situaciones llenas de presión pueden agotar una parte de la potencia de procesamiento del cerebro, lo que se traduce como una merma temporal de la memoria de trabajo, que es esencial para poder realizar muchas actividades cotidianas.
El trabajo de Beilock ha demostrado el papel fundamental que la memoria de trabajo tiene para que una persona alcance su máximo nivel de eficiencia. La memoria de trabajo reside en la corteza prefrontal, y es una especie de libreta de notas mental, que sirve de almacén temporal de acceso rápido para alojar la información relevante para la tarea del momento, ya sea un problema de matemáticas en la pizarra, o el reto de responder a preguntas difíciles e inesperadas del cliente al que se atiende.
Las personas con mucho talento a menudo tienen una mayor memoria de trabajo, pero cuando se dejan llevar por el impulso obsesivo de hacer las cosas lo mejor posible, ésta queda sobrecargada y deja de funcionar debidamente, con lo cual las personas afectadas pierden la potencia cerebral necesaria para ejecutar con la pericia adecuada la tarea a la que se enfrentan.
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