lunes, 20 de junio de 2011

La propensión a la infidelidad podría ser genética

Una especie de pájaros llamada "diamantes mandarines (Taeniopygia guttata)" forma parejas monógamas de por vida, pero tanto machos como hembras practican el sexo al margen de esta unión. Aunque los beneficios para el macho están claros (procrear), las hembras se arriesgan a perder a su compañero. Científicos alemanes del Instituto Max Planck de Alemania sugieren que las hembras de esta especie no podrían evitar la promiscuidad, debido a que heredan muchos de los genes responsables del comportamiento promiscuo de los machos. 

La extendida creencia de que la mayoría de las especies de aves practican la monogamia se vino abajo hace varios años, cuando un equipo de científicos empleó métodos de genética molecular para demostrar que muchas crías no son descendientes de la pareja de su madre. Una explicación dada fue que mediante estas relaciones «extraconyugales» los machos aumentan su éxito reproductivo al dar lugar a mayor número de crías.En cambio, en el caso de las hembras, eran más los aspectos negativos. Los machos engañados suelen colaborar menos en la cría de los polluelos y no cabe esperar ayuda de la pareja extraconyugal pues ésta prefiere ayudar a su propia pareja habitual. Así pues, había que aclarar por qué algunas hembras acuden a otros machos para aparearse fuera de su relación. Los investigadores del Instituto Max Planck observaron los comportamientos y rituales de apareamiento de más de 1.500 diamantes mandarines en cautividad pertenecientes a cinco generaciones consecutivas. Mediante un sistema de videovigilancia, lograron estudiar la reacción de las hembras con pareja a los avances de su propia pareja y de otros machos. Además los investigadores realizaron un análisis genético de paternidad mediante métodos de marcadores microsatelitales para determinar la cantidad de crías que un macho ha engendrado en un nido ajeno. También contaron la cantidad de crías nacidas de las relaciones de cada hembra con un macho distinto a su pareja. Los resultados obtenidos sugieren que la predisposición a la infidelidad posee una base genética moderada pero crucial desde el punto de vista evolutivo. En concreto, las variantes genéticas que potencian la promiscuidad de los machos, aumentando la cantidad de descendencia, pueden fomentar igualmente la promiscuidad en las hembras. Según los investigadores, por esa razón, no resulta esencial que exista un beneficio evolutivo para las hembras sino que basta sólo con que los antepasados macho hayan obtenido beneficios de un comportamiento promiscuo, para que ellas también lo hereden. Más información

(Tendencias21)

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