Había hombres y mujeres. Judíos y presos políticos. Todos ellos, cerca de 3.600 personas, han recuperado hoy su identidad después de 70 años en el olvido, gracias a un libro que rinde homenaje a los presos de Breendonk, el único campo nazi de concentración en territorio belga durante la Segunda Guerra Mundial.
La obra devuelve el nombre y pone cara a esos prisioneros, de los que más de la mitad fallecieron durante el conflicto bélico (1939-1945): algunos ejecutados, otros como consecuencia de los malos tratos y las terribles condiciones del centro y el resto en los campos de exterminio alemanes.
Transformado hoy en museo memorial, el fuerte de Breendonk, situado entre Bruselas y Amberes, fue un campo de trabajo en manos de los nazis que, a partir de 1942 y hasta el final de la contienda, se convirtió además en un lugar de tránsito de los prisioneros hacia Alemania.
Las primeras víctimas judías llegaron a la fortificación belga en septiembre de 1940, cuando el campo estaba bajo el mando del nazi Philip Schmitt, y un año después se recluyó en sus barracas a prisioneros políticos belgas.
“Hacía falta recordar la historia de cada uno de esas personas”, dijo hoy durante la presentación del libro “Los prisioneros de Breendonk 1940-1944″ en el Senado belga Roger Coekelbergs, uno de los pocos supervivientes que quedan ya de aquel infierno.
Coekelbergs, que comenzó a gestar la idea de recopilar información de los presos de Breendonk en los años 40 al término de la guerra, no ha visto su sueño cumplido hasta ahora, debido entre otros factores a las dificultades que durante décadas ha habido para acceder a los datos oficiales.
La obra es sólo un primer paso para reconstruir todas aquellas historias rotas y las de muchas otras víctimas del régimen nazi en Bélgica, señaló a Efe Coekelbergs, que fue encarcelado cuando tenía 20 años por participar en una manifestación contra el alistamiento voluntario de belgas en apoyo del régimen nazi.
Aunque solo pasó un mes en esa prisión, salió de ella “en un estado completamente deplorable”, recordó.
Realizado por los documentalistas del museo memorial Dimitri Roden y Tine Jorissen, bajo la coordinación de Coekelbergs, el libro pone cara a más de 2.000 prisioneros e identifica a un total de 3.589 víctimas.
Para su realización, fruto de dos años de intenso trabajo, los investigadores han recurrido a los archivos oficiales belgas y a los testimonios y fotografías aportados por los supervivientes y por las familias de las víctimas, con el objetivo de recabar la mayor información posible, explicó a Efe Roden.
Pero, a pesar de los esfuerzos, las lagunas siguen siendo abundantes.
En muchos casos se desconoce el motivo por el que fueron detenidos o sus detalles personales y, en relación a los presos extranjeros (muchos de ellos procedentes de Rusia), se dispone de muy pocos datos e incluso se cree que su número podría ser mayor del inicialmente estimado.
El acto de hoy forma parte de los esfuerzos de Bélgica para reconciliarse con su pasado, marcado por la “permisividad” e incluso el apoyo al régimen nazi.
En abril de 2012, el primer ministro de Bélgica, el socialista Elio Di Rupo, reconoció por primera vez de manera oficial la responsabilidad de las autoridades belgas en la deportación de más de 25.000 judíos y gitanos al campo de exterminio nazi de Auschwitz, en la Polonia ocupada, entre 1942 y 1944, pues en ella colaboraron ciudadanos y autoridades nacionales.
Al presentar hoy el libro, el ministro belga de Defensa, Pieter De Crem, se declaró “conmocionado” por la información recogida en sus páginas y subrayó que este tipo de iniciativas forma parte del “deber de memoria con el pasado”.
La fortificación de Breendonk, construida en 1906 para proteger al país de un eventual ataque de Alemania, es hoy con su centro educativo y pedagógico uno de los símbolos europeos de la lucha por la libertad y en contra de la opresión y el racismo, que cada año visitan más de 35.000 escolares.
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