Un equipo de paleontólogos cree saber el motivo: facilitar un agudo sentido del olfato. La clave se encuentra en dos diminutos mamíferos de principios del Jurásico con aspecto de musaraña y una sesera más que considerable. La investigación aparece publicada en la revista Science.
Investigadores de las universidades de Texas y St Mary y del Museo Carnegie de Historia Natural en Pittsburgh(Pensilvania) utilizaron una técnica de tomografía computorizada con rayos X para estudiar los raros fósiles de los cráneos de dos criaturas, el Morganucodon y el Hadrocodium, de 190 millones de años de antigüedad y cuyos restos fueron encontrados en China.
El equipo descubrió que estos animales, dos de las primeras especies conocidas de mamíferos, tenían cerebros mucho más grandes de lo esperado, especialmente si se tiene en cuenta su escasa masa corporal. El Hadrocodium apenas pesaba dos gramos.
La tomografía computorizada permitió a los investigadores observar el interior del cráneo de estos animalillos sin tener que destruir los valiosos fósiles. Después, construyeron un molde virtual de sus cerebros, que fueron comparados con otra docena de fósiles y con los cerebros de 200 especies de mamíferos que viven actualmente.
Los resultados, según los científicos, fueron sorprendentes. Incluso hace 190 millones de años, el cerebro de los primeros mamíferos era especialmente grande (en relación a su masa corpora), con un tamaño que se acerca a las proporciones vistas en los mamíferos modernos.
Tras observar las imágenes tridimensionales, los científicos llegaron a la conclusión de que el cerebro de los mamíferos evolucionó en tres etapas principales: primero mejoró el sentido del olfato, después el tacto o la sensibilidad del vello corporal, que actuaba como un controlador del espacio y, finalmente, la coordinación neuromuscular.
Nuestro estudio muestra claramente que la parte olfativa del cerebro y la parte vinculada a la sensación táctil a través de la piel se ampliaron en estos primeros mamíferosAfirma Zhe-Xi, uno de los responsables del artículo.
Vía | Science Mag
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